Inteligencia, desenfado y sensibilidad son los tres pilares sobre los
que se asienta esta obra, a medio camino entre la novela y el monólogo,
en la que la autora comparte con el lector, con una actitud muy poco
políticamente correcta, sus reflexiones, comentarios y reacciones a una
realidad en la que, no nos queda otra, tenemos que resistir como
podamos... Mordaz, irónica, muy aguda y también
sorprendentemente tierna, Raquel Martos nos demuestra cómo se puede
pasar de sufrir a disfrutar, de la resignación a la indignación, del
odio al amor y viceversa sin las etapas intermedias.
Sorpresa, de las buenas, me he llevado con este libro.
Me lei el primer libro de Raquel Martos (Los besos no se gastan) y me encantó. Pero no me esperaba que este me gustara tanto después de leer el argumento.
La verdad es que me esperaba otra cosa. Por el argumento más que nada. Pensaba que serían divagaciones de ella, cosas graciosas, anécdotas, monólogos que haya podido contar en la tele o en la radio, pero no, es una novela, con su parte de realidad, de crítica a lo que estamos viviendo hace ya demasiado tiempo, pero es una historia llena de personajes que salen adelante y de mensajes positivos.
Quizá un poco "facilona" a ratos, pero yo me lo pasé genial leyéndola, y me sentí tan identificada con Carla (su protagonista) en algunos momentos que ya con eso me tiene ganada.
Recomendada para pasar un buen rato y para las seguidoras del chick-lit (que casi nunca es tan chick como aparenta)